Durante una noche de cuarto creciente y aire de justicia, analizo hacia dónde he ido durante los últimos ¿2 ya? años y llego a una conclusión muy clara: soy peor persona.
Ciertamente, cuando alguien asume el reto de hacer de su vida una aventura, una diversión y un canto a la libertad, a veces uno necesita portarse peor. Llámese agresividad, encabronamiento, indiferencia o, como es mi caso, desacato.
Es cuanto menos curioso que la famosa etapa en la que no estás de acuerdo con nada, me haya llegado a mis 22 años. Producto, como no, de la no-aceptación de una vida que he sentido tener muy poco manejada.
Hacerme amo y señor de todo cuanto hago me ha costado muchas noches de insomnio, muchas vueltas de hoja, muchos desatinos, muchas recaídas en viejos sinsentidos, muchos marrones, muchos momentos de desesperación, muchas dudas, muchas discusiones y, por encima de todo eso, siento que he perdido el cariño de mucha, mucha gente con mi desacato.
Y el mismo, me ha dado a la vez la vida y me ha enseñado a aceptar que, con tres cosas básicas, puedo ser dueño de la misma. Mis amigos de verdad, mi familia de verdad, y mi libertad. Con ello, que es a lo que verdaderamente llamo amor, creo que seré tanto amo de mi vida, como de mi muerte.